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domingo, 26 de diciembre de 2010

1ª LEYENDA URBANA SOBRE LA SOLTERÍA: ¡TIENES QUE SALIR! SI SALES, CONOCERÁS A ALGUIEN.

            Todo el mundo se empeña en que la mejor manera de conocer gente, y preferiblemente para mí del género masculino, es saliendo. ¡Como si sólo con salir ya se te acercasen! Normalmente, la gente que te aconseja salir es gente que hace un siglo que no sale y no tiene ni idea de cómo va el panorama ahora, pero tienen razón de que en casa no te puedes quedar, así que, tras llevarme sin salir como un mes, hoy he decidido llamar las amigas, ponerme mega-mona ….¡¡¡y saliiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiir!!
            La primera dificultad es ver con quién salgo. Localizar una amiga soltera y con ganas de salir no es tarea fácil. Como he dicho quinientas veces, en un pueblo como el mío lo normal es que a mi edad, treinta y tantos, todas estén como mínimo con pareja, y mis amigas, que han sido más listas que yo, pues están así, o casadas y con hijos ya. Busco en mi agenda.
-          Hola Ana. ¿Qué tal? Oye, ¿qué vais a hacer esta noche?
-          ¿Qué pasa, Clarita? Pues nada, Fernando y yo vamos a cenar con sus padres a una terraza que hay a pie de playa, en El Puerto.
-          Aaah, bueno, yo era por si tomábamos algo…
            Probemos con ésta otra:
-          Sonia, ¿qué pasa, cómo estás?
-          Pues nada, aquí, hija, preparándome que vamos a casa de mi cuñada, la mujer de mi hermano, que como ya le han dado el alta en el hospital, vamos a verla y ver al sobrinillo nuevo.
-          Ajá, qué bien…¿Y luego no te animas a salir?
-          Pues…no sé, si acaso, te llamo.
            Eso es que no sale. Esta mujer se ha vuelto muy rara.  Se pone la cosa difícil, ¿eh?
-          ¿Lucía? ¿Qué tal? Oye, ¿vais a salir esta noche?
-          Noooo, Alejandro y yo nos vamos a quedar en el piso, a ver una peli. Estamos muy cansados, niña, hemos estado todo el día pintando. ¿Te vienes y ves cómo nos ha quedado todo?
            ¿Y ver cómo construís todo un nidito de amor mientras a mí se me caen los mocos de envidia? Nooooooooooooooooooooooooooooooooooo.
-          ¿Y por qué no salimos a dar una vueltecita? Llama a tu prima Leo, y nos vamos por ahí…
-          No, Alejandro está cansado y tiene que trabajar mañana, le toca guardia. ¡Y Leo ha empezado a salir con un chico! No te lo he dicho, ¿no?
            Pues no, y hubiera preferido que no me lo dijeras. Otra que se empareja.
-          Pues sal tú a dar una vueltecita conmigo, andaaaaa…
-          Es que no tengo ganas…
            Ñññññññññññññññññññ…de verdad, estas amigas, cuando se emparejan, olvidan completamente lo que era divertirse. ¿Entendéis ahora por qué llevo como un mes sin salir? Porque yo lo veo muy clarito. Probaré con las casadas…
-          Lo siento, Clara, pero acabamos de venir de pasar el día por ahí, y estamos muertos.
-          Qué vaaaaa, el niño se ha puesto malo, y nada, hoy, noche de enfermería.
-          ¿Y con quién dejo a los niños? A mi madre la pobre la tengo explotada y no es plan de cargarles los niños hoy…
            Empiezo a desesperarme, y noto cómo el coraje y la rabia me salen por las orejas. Ggggggrrrrrrrr, tienes que salir, tienes que salir…¡QUIERO SALIR Y NO HAY MANERA!
            Aunque me apetece noche de chicas, más me apetece salir, así que llamaré a Paco y a Miguel, a ver si no les importa que yo estropee un poco su noche de chicos. Qué le vamos a hace. Suena el teléfono.
-          Cari, ¿cómo estássssssss? – era Mónica.
-          ¡Hola Mónica! ¡Qué bueno escucharte, cuánto tiempo! Bien, aquí estamos. ¿Y tú?
-          Chica, acabo de llegar de Suiza.
            Mónica llevaba en Suiza trabajando unos ocho meses.
-          Clarita, ¿te apetece salir esta noche y te cuento mis aventuras suizas?
            ¡¡¡SSSSSSSIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIII, VOY A SALIIIIIIIIIIIIIIIIIIIRRR!!!
            Si hay algo que me encanta es arreglarme para salir. Es casi más divertido que el propio hecho de salir. Sí, sé que suena muy frívolo, pero es cierto. Vestido, zapatos y bolso a juego. Complementos: ¿qué pendientes? ¿Qué collar? Me seco el pelo…¿me lo dejo suelto o me hago algún recogido al lado, así, con ganchillos…? Maquillaje, perfume. Todo este ritual es sagrado para una mujer, y los hombres deben comprenderlo y agradecerlo, en vez de criticarlo. ¿O es que preferirían que fuéramos como un callo a la calle? Me miro al espejo, y me gusto. Entonces salgo con la autoestima alta. Sí, salgo bien derecha, sobre mis tacones, mi bolso al hombro y mi melena al viento. ¡Hasta me parece que oigo al fondo los acordes de una canción…!

Qué pasará, qué misterio habrá, puede ser mi gran nooocheee…

            ¿Eh? ¿Pero de dónde he sacado esta canción? ¡Si es de Raphael y no tengo ningún disco de él! A ver, pensemos en otra…Otra…otra…¡¡¡tiene que haber otra que no sea ésta!!! Pero no se me ocurre ninguna. Vaya por Dios, empezamos bien la noche, sin encontrar banda sonora adecuada para el momento.
            Con esa musiquilla en mi cabeza, que no se para ni con la del coche, me dirijo al pub donde he quedado. Tengo el gusanillo por dentro típico del sábado noche. Será que tenía ganas de salir.  Algo me dice que la noche promete.
            El pub es uno que inauguran esa misma noche, en una céntrica zona, así que es el sitio de moda, y está muy ambientado. He quedado con mi amiga en la puerta, pero aún no ha llegado. Esperándola, fantaseo un poco, y en mi fantasía me veo entrando en el local con este pedazo de traje rojo que llevo (me queda genial, no es por nada, el Pilates está haciendo maravillas en mí), mis tacones rojos y altísimos, mi fashion bolso al hombro, mi melena al viento…Noto que un morenazo me mira. Yo camino hacia la barra, muy erguida, tal y como aprendo en Pilates (ombligo dentro, hombros abajo, espalda recta, como si me colgaran por la coronilla de un hilito del techo…), y el morenazo no me quita ojo. Mi amiga y yo pedimos una copa, y le vuelvo a mirar. En ese momento, noto que me sonríe y que le dice algo a un amigo que está a su lado. Mónica y yo hablamos animadamente, y, en ese momento, cuando vamos a encender un cigarro, un mechero se acerca y una voz dice:
-          No puedo irme esta noche sin saber cómo te llamas…
-          ¡Hola Clarita!- era Mónica, que ya ha llegado, y mi fantasía se cae al suelo y se hace añicos…- Chica, ¿qué te pasa, has fumado algo? Tienes una cara de colgada…
            Sí, mientras soñaba y me prometía una noche fantástica, se me debe haber quedado cara de lela, embobada y con el hilillo de baba y todo colgando. ¡Era tan real mi fantasía…!
-          Hola Mónica. Estás muy mona, ¿eh? ¡Cuánto tiempo sin verte! Venga, entremos y me cuentas.
            El pub está hasta arriba, y además, hay muy buen ambiente. Al menos un sitio donde encontrarnos de treintañeros para arriba. Nos dirigimos hacia un hueco en la barra, y pedimos unas copas. El panorama masculino no está mal, y siento una cierta emoción por dentro. Quizás esta noche triunfe, sí, quizás esta noche sea distinta, quizás voy a tener que darle la razón a todos los que dicen que tengo que salir más.  Y es entonces cuando diviso a un morenazo como el de mi fantasía. ¿Será una señal?
            Mónica empieza a hablar de sus aventuras en Suiza. Trabaja allí con un contrato en un banco internacional. La chica es lista lo vale, la verdad; muy pija, pero lista. Se ha pasado tres meses de piso en piso y, por lo que veo, comiendo chocolate suizo, se ve que ha cogido algunos kilillos.  Al parecer, está empezando a encontrar su sitio y a disfrutar. Se la ve feliz. Y eso que el resto de grupo no dábamos un céntimo porque durara mucho allí, en el país de los relojes.
            Mientras Mónica continúa con su relato sobre sus aventuras y desventuras en Suiza, por el rabillo del ojo veo que el morenazo me está mirando. De repente, me entró calor. ¿Me está mirando…a mí? Disimuladamente miro a los lados y hacia atrás, y no hay ninguna chica a la que mirar, exceptuando Mónica, que está de espaldas a él. Noto que me pongo colorada, mientras Mónica no para de hablar: que si su jefe, que si el alquiler, que si la cocina suiza, que si…En ese momento, saca un cigarro, me invita a uno y, de repente, un mechero entre nosotras se enciende:
-          Aquí tienen fuego, señoritas.
            ¡El morenazo! ¡Como en mi fantasía! ¡Cómo en las pelis! Mi primer impulso ha sido ponerme bien el flequillo.
-          Gracias- dijimos Mónica y yo casi al unísono.
-          Un sitio agradable, ¿verdad?
-          Sí – le dijo Mónica, e hizo ademán de seguir la conversación conmigo, creyendo que el chico se marcharía. Yo le sonreí y traté de transmitirle con mi mirada un anuncio de socorro: <<Quédate, quédate, quédateeeeeeeeeee…>>
-          ¿Sois de por aquí?
Dios mío, quéeeeeeeeee vooooooooooozzzzzzzz tiene este morenooooooo…
-          Sí- le espetó Mónica, y le volvió la cara, para mirarme y seguir con su relato. Y todo esto sin que yo dijera nada, porque me había quedado como muda.
-          Si queréis os presento a mi amigo y tomamos algo los cuatro…
-          Tío, ¿no te das cuenta que acabas de interrumpirnos?
            Se me queda cara de haberme tragado el cazo (la boca abierta y los ojos saliéndose de las cuencas, para el que no entienda lo que es eso). Yo creo que al chico se le pone la misma cara (hasta con expresión alucinada está guapo), se disculpa educadamente (ains, ¿no es para comérselo?) y se marcha.
-          Tía, Mónica, ¿tú sabes cuántas en veces en mi vida me ha pasado esto?
-          ¿El qué?
-          ¡Que se me acerque un chico como éste un sábado noche! ¡CERO, NINGUNA! ¿Pero qué te pasa, estás loca, has perdido la chaveta o te la dejaste en Suiza?
-          Chica, tengo que contarte algo y no estoy para estas cosas.
-          Joder, ¿y no puede esperar?
-          Puesssss…no, además, si te lo cuento entenderás por qué no estoy para ligues ahora. No quiero meterme en rollos innecesarios.
-          ¿Eh? ¿Tienes novio en Suiza? ¿Te has casado en secreto allí?
-          Bueno, hay alguien…Se llama Sara.
Pestañeo, ¿he oído bien?
-          ¿Sara? S-S-Sara es nombre de chico en Suiza, ¿verdad? No sé, algo así como Andrea, que en España es nombre de chica y en Italia de chico…O es el diminutivo de un nombre más largo, de Saramago, por ejemplo. Quizás los más allegados a Saramago le llamen Sara en la intimidad, ¿no te parece…?
-          No. Sara es una chica, rubia con los ojos claros, preciosa. La chica más guapa que he visto en mi vida. ¡Y es mi novia!
            Otra vez se me quedó la cara como si me hubiera tragado el segundo cazo de la noche. Queda feo, pero tengo que confesar que lo primero que se me pasó por la cabeza es “Adiós a mi noche de chica-conoce-chico”. Conozco a Mónica desde hace…¿cuánto? ¿Veinte siglos? ¿Cómo nunca supe que vivía en un armario? ¿Cómo nunca percibí su olor a alcanfor, típico de los armarios?
-          Mónica, si tú fuiste la ligona de la pandilla. Tú fuiste la que conseguiste liarte con Marcos, el buenorro de la clase. Y le quitaste el rollo de verano a Miss Piscina 1989, la tonta de Leli…¿Y en la Universidad? Chica, si tuvimos que casi pegarnos con las que te llamaban zorrona para defenderte (aunque, ahora que hablamos tan clarito, todas pensábamos que algo ligerita de cascos eras, ¿eh?).
-          No sabría explicártelo. Todo eso estuvo muy bien en su momento, pero…apareció Sara y sentí cosas que nunca he sentido. A lo mejor siempre fui así y nunca me di cuenta, o nunca quise profundizar en ello, o no quise saberlo…vete tú a saber. Pero, Clara, ahora soy muy feliz, muy muy feliz.

Qué pasará, qué misterio habrá, puede ser mi gran nooocheee…

            Tiene gracia que la cancioncita me venga otra vez a la cabeza. Si tuviera a Raphael delante, ¡lo cogería por el cuello! Mónica empezó a contar que Sara era una compañera de trabajo que le había ayudado mucho en sus primeros meses en Suiza. Dijo que al principio creyó que lo que sentía era fruto de su soledad, de su dificultad para adaptarse a todo aquello… y que cuando vio que la relación se estrechaba (Sara le tiró los tejos), decidió distanciarse de ella. Sin embargo, no dejaba de pensar en la chica (-como nunca había pensado en nadie, era algo casi obsesivo- dijo Mónica, muy lentamente, como para recalcar con su perfecta vocalización la magnitud del momento que vivía). Así, no pudo aguantar más, y un buen día se lió la manta a la cabeza, la llamó, quedaron y hablaron largo y tendido durante toda una noche. A partir de ahí, se hicieron inseparables. Se fueron a vivir juntas y Mónica habló con sus padres del asunto (- hice un viaje fugaz, de un fin de semana, para hablar con mis padres, y no veas la que se montó- volvió a vocalizar Mónica). Su padre no le habla, pero su madre ha decidido que si no puedes con el “enemigo”, únete a él, y ha aceptado conocer a Sara, la cual vendrá dentro de una semana.
-          Qué fuerte, Mónica.
-          Ya ves, la vida, que da muchas vueltas.
            Sí, muchas, pensé. La verdad es que a Mónica se le veía muy feliz. Tanto que con la mitad de su alegría yo ya estaría rebosante de felicidad. Por otra parte, mientras me daba detalles de la historia y me enseñaba fotos de ella y Sara en Suiza, yo no dejaba de darle vueltas a lo mal que lo tenía que haber pasado allí, sola, y con este nuevo giro que había dado su vida. Pensé si yo habría tenido valor para sobrellevar todo eso sola, y redescubrí una Mónica valiente, dispuesta a encarar su vida, viniera ésta como viniera. Y eso la hizo más admirable.
            Pedimos otra copa, y fumamos unos cuantos cigarrillos. Mónica hablaba sin parar, y yo la escuchaba. Luego bailamos como dos quinceañeras en la pista de baile del pub, como poseídas por los nuevos ritmos de moda. Y tengo que decir que, aunque no hubo chicos, lo pasé genial, aunque tengo que confesar que, aunque disfruté mucho, me entristecía pensar que otra nueva amiga se emparejaba, encontraba a su otra mitad, y que tenía una amiga menos con la que podía contar para salir. Sé que es una frivolidad, pero no podía evitar entristecerme un poco por ello. Aún así, decidí que ese pensamiento se quedara aparcado, al menos por esa noche, y que esa noche iba a divertirme sin más, sin complicaciones. Estrenaba vestido, pendientes, un nuevo pub y una “nueva” amiga. ¿Qué más se podía pedir a una noche de sábado?
            Cuando salimos del pub entre risas, pasé al lado del moreno del principio de la noche. ¡Con tanta sorpresa y tanto baile, ya me había olvidado de él! Me miró fijamente y soltó un tímido “Hasta luego”, al que yo correspondí. Y seguí a mi amiga. En ese momento, una mano me paró, hizo que me volviera y…¡¡era él!! En ese momento, sujetada por los dedos índice y corazón de su mano izquierda, me extendió algo así como un cartoncito, en forma de tarjeta…¿Será su número?

“DERMOFAST.
CREMA PARA ELIMINAR VERRUGAS”

-          Creo que esto es tuyo. Se te ha caído del bolsillo de la chaqueta- me dijo.
            ¡Dios mío, qué corte! Es la tapa de la cajita donde va el tubo de crema para las verrugas que el otro día fui a comprarle a mi madre. Llevaba esta misma chaqueta, porque acababa de salir de una reunión a la que tuve que asistir un poco más arreglada. ¡¡¡¡Oooooooooohhhhh, nooooooooo, creerá que es para mí, que debo tener verrugas ocultas en mi cuerpo!!!! ¿Podría caer más bajo?
-          Eeeehhh, no es mío, esto no es mío. Quiero decir que sí, que el cartoncito es mío, pero no la crema. Que es que fui a comprarle a mi madre el otro día una porque tiene unas cuantas…(perdón, mamá, pensé), yo no tengo, como ves. Bueno, ves mi cara, pero si vieras mi cuerpo, verías que tampoco tengo…- aclaré, no con mucho éxito.
            Él me miró con una medio sonrisa, y arqueó las cejas, en una expresión de condolencia, como diciendo “Siento que te falte un tornillo”, y yo en ese momento deseé que el suelo se abriese y cayera a través de él para hacer un viaje al centro de la Tierra, como el de Julio Verne, y desaparecer al menos por unos 30 años.
-          Adiós- le dije,- y gracias.
-          De nada.
Y me fui tras mi amiga Mónica, que ya estaba junto al coche.
            En mi caso, salir no es sinónimo de ligar, no se cumple en mí esa “promesa” que parece que se hace, en cuanto cae la noche, en el borde de la barra de un bar. A la gente parece irle bien, pero no es mi caso. De todas formas, lo he pasado genial, humillaciones y noticias inesperadas aparte. Es bueno que, de vez en cuando, me dé el aire de la noche de España, aunque sea sólo eso lo que me lleve de vuelta a casa.